ENRIQUE GALLUD JARDIEL – Manual Práctico para Escribir una Tesis

Pocas palabras provocan tanto terror académico como “tesis”. Ese híbrido entre promesa de prestigio y tortura metodológica suele paralizar incluso a los estudiantes más brillantes. En ese contexto, el libro “Manual práctico para escribir una tesis” de Enrique Gallud Jardiel aparece como una tabla de salvación, o más bien, como un mapa del tesoro para salir con vida —y con título— de los pantanosos terrenos del trabajo de investigación. Pero no nos engañemos: esto no es un texto técnico más. Con una ironía que desarma, una erudición liviana y una estructura clara, el autor se propone reencantar el proceso de escritura académica, devolviéndole algo de sentido común, y sobre todo, mucho sentido del humor.
Gallud Jardiel, heredero literario del humor fino que caracterizó a su abuelo Enrique Jardiel Poncela, no renuncia a su linaje incluso cuando se adentra en el género de los manuales académicos. Su estilo, marcado por la sorna amable y la claridad expositiva, convierte lo que en otros autores sería un repertorio de reglas áridas en una lectura fluida, incluso divertida. Este no es el típico libro que se hojea con resignación entre bostezos en la biblioteca. Más bien parece estar escrito para acompañar —y consolar— al estudiante en su travesía, recordándole que escribir una tesis es un acto racional, sí, pero también una empresa profundamente humana, plagada de dudas, torpezas y momentos de iluminación repentina.
El libro se estructura de manera progresiva, cubriendo todas las etapas del proceso: desde la elección del tema hasta la defensa oral. Pero lejos de presentar estos momentos como compartimentos estancos, Gallud Jardiel muestra cómo cada decisión condiciona las siguientes y cómo una planificación descuidada puede traducirse en meses de frustración. Con frases como “lo más difícil no es escribir una tesis, sino terminarla”, o “la bibliografía no se inventa, aunque a veces dan ganas”, va delineando una ética del investigador que no se basa en la solemnidad, sino en la honestidad intelectual, la coherencia y una saludable dosis de autocrítica.
Uno de los grandes méritos del libro es su capacidad para desmontar mitos. Por ejemplo, se burla —con elegancia— de esa idea extendida de que una tesis debe ser ininteligible para ser profunda, o de la noción de que el aparato crítico importa más que el contenido. Gallud Jardiel insiste en que una buena tesis no es necesariamente una obra monumental, sino una investigación rigurosa, bien escrita, con un problema delimitado y una solución plausible. En otras palabras, devuelve al trabajo académico su dimensión comunicativa, recordando que escribir no es un ejercicio de lucimiento personal, sino una forma de diálogo con una comunidad de saber.
Asimismo, se agradece la forma en que el autor aborda la dimensión emocional del proceso. Habla sin tapujos del miedo a la página en blanco, de la angustia que produce el plazo de entrega y del bloqueo que puede generar una bibliografía excesiva. También reivindica la importancia del estilo personal, del tono, incluso del placer estético al escribir, algo que rara vez se menciona en los manuales tradicionales. Este enfoque integral —que no separa lo técnico de lo psicológico— hace que el libro resulte tan útil como empático.
No faltan en el texto las advertencias necesarias: sobre la elección de un director incompetente, la tentación del plagio, los errores comunes en la cita de fuentes o los peligros de querer abarcar demasiado. Pero incluso estas observaciones se ofrecen desde una perspectiva que evita el tono paternalista. Más que dictar cátedra, Gallud Jardiel se posiciona como un compañero experimentado que ha recorrido ese camino y quiere compartir sus hallazgos sin juzgar. Su autoridad no se impone, se gana, precisamente porque reconoce las dificultades del proceso sin minimizar ni exagerar.
En términos pedagógicos, el manual resulta extraordinariamente claro. Los capítulos están organizados de manera lógica, cada sección concluye con ideas clave y se incluyen ejemplos que ilustran los errores frecuentes. Además, el lenguaje es accesible sin ser condescendiente, lo que permite que el texto funcione tanto para estudiantes de grado como para quienes se enfrentan a tesis de posgrado. También es de agradecer que no se limite a una única disciplina: si bien hay una clara afinidad con las humanidades, el enfoque es lo suficientemente general como para adaptarse a distintas áreas del conocimiento.
Un aspecto destacable es el equilibrio que el autor logra entre la norma y la libertad. Si bien proporciona pautas concretas —cómo estructurar un índice, cómo redactar un marco teórico, cómo evitar ambigüedades—, nunca impone un molde cerrado. Por el contrario, alienta a que cada trabajo encuentre su propia forma, siempre que sea coherente con su objeto de estudio. Esta flexibilidad controlada es quizás uno de los aportes más valiosos del libro, pues permite que el lector se apropie de las herramientas sin sentirse encorsetado.
Por momentos, la ironía de Gallud Jardiel puede resultar desconcertante para quienes esperan un manual convencional. Sin embargo, esa misma ironía opera como un antídoto contra la ansiedad académica. Al desdramatizar el proceso, el autor ayuda a relativizar el fracaso, a aceptar los tropiezos y a recuperar la confianza en la capacidad de pensar con autonomía. En lugar de tratar al estudiante como un ser incapaz al que hay que guiar paso a paso, lo interpela como alguien que puede y debe hacerse cargo de su proceso creativo.
Por supuesto, el libro no resuelve todos los dilemas que plantea la escritura de una tesis. No pretende ser una receta infalible ni una guía absoluta. Su mérito, más bien, radica en recordarnos que escribir es, ante todo, un acto de claridad: claridad en el pensamiento, en la exposición y en los objetivos. Y que detrás de toda gran tesis no hay fórmulas mágicas, sino trabajo constante, reflexión crítica y una cierta disposición lúdica frente al lenguaje.
En definitiva, “Manual práctico para escribir una tesis” es mucho más que una guía metodológica: es un homenaje sutil al arte de pensar por escrito. Con su estilo agudo, su mirada desmitificadora y su enfoque profundamente humanista, Enrique Gallud Jardiel logra lo que muy pocos: hacer de la academia un espacio más habitable. Y eso, en tiempos de papers infumables y pedagogías burocratizadas, no es poca cosa. Leer este libro es, en el mejor de los sentidos, un alivio. Y tal vez, también, una invitación a creer que la tesis no tiene por qué ser una pesadilla. Puede, incluso, ser una forma de libertad.

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Por ganz 1912

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