WILLY THAYER – Tecnologías de la Crítica (Entre Walter Benjamin y Gilles Deleuze)

“Tecnologías de la Crítica (Entre Walter Benjamin y Gilles Deleuze)” de Willy Thayer es un ensayo filosófico que desafía las formas tradicionales del pensamiento crítico, hurgando en los intersticios entre dos figuras fundamentales del pensamiento contemporáneo: Walter Benjamin y Gilles Deleuze. Pero no se trata de una mera comparación o de un ejercicio académico al uso. Thayer, con su escritura intensamente filosófica y un estilo que bordea por momentos la densidad barroca, nos propone una reflexión sobre las mutaciones de la crítica en la era de las tecnologías del saber, donde el pensamiento ya no puede desligarse de los dispositivos técnicos que lo configuran, lo distribuyen y, en ocasiones, lo paralizan.
Desde el comienzo, el autor instala una pregunta inquietante: ¿qué significa hoy ejercer la crítica, cuando los medios que antes le daban lugar —la filosofía, la literatura, el ensayo— han sido absorbidos por una lógica de producción, repetición y administración tecnificada del conocimiento? La crítica, que en Benjamin era todavía posible en la interrupción, en el gesto alegórico, en la imagen dialéctica que suspende el tiempo histórico, parece en Deleuze devenir un devenir, una fuga, una línea de fuga que rompe la organización jerárquica del saber. Entre estos polos —la detención benjaminiana y el flujo deleuziano— se juega el pensamiento de Thayer, que no elige entre uno y otro, sino que articula una lectura que los enfrenta, los pliega y los hace resonar en el marco de las transformaciones actuales del pensamiento.
Una de las tesis más potentes del libro es que la crítica ya no puede pensarse como exterior a los sistemas que analiza. En una época donde el pensamiento circula por redes, algoritmos, dispositivos técnicos y editoriales empresariales, la crítica se ha vuelto en sí misma una tecnología. No como mera herramienta, sino como estructura de inscripción, como maquinaria que configura lo decible y lo pensable. Esta afirmación, lejos de ser un mero diagnóstico posmoderno, implica repensar el rol del intelectual, del académico, del filósofo. Thayer sugiere que ya no basta con criticar los dispositivos desde una supuesta posición de exterioridad iluminada: hay que pensar desde adentro de ellos, operar en su pliegue, interrumpir sus automatismos desde las mismas lógicas que los constituyen.
La elección de Benjamin y Deleuze como referentes no es casual ni meramente contrastiva. Benjamin representa, para Thayer, una forma de pensamiento anacrónico, que rompe la linealidad del tiempo histórico y abre posibilidades para una crítica que interrumpe el continuum. Su idea de la alegoría como ruina, como índice de lo que ha sido perdido, permite leer el presente desde sus escombros. Por su parte, Deleuze introduce una política del devenir, una lógica de la multiplicidad y del movimiento que subvierte la centralidad del sujeto y del concepto clásico. Lo que Thayer hace al ponerlos en diálogo es mostrar que la crítica puede ser al mismo tiempo interrupción y flujo, dialéctica y rizoma, imagen detenida y fuga intempestiva.
Pero este juego entre ambos filósofos no es puramente abstracto. El autor se sumerge en los debates más urgentes sobre el estatuto contemporáneo del pensamiento: la normalización universitaria del discurso crítico, la homogeneización de los saberes bajo lógicas de evaluación y productividad, la crisis de las humanidades y la captura del pensamiento por parte de las lógicas neoliberales. En este sentido, “Tecnologías de la Crítica” es también una crítica de la universidad como aparato técnico de administración del saber, en el cual el pensamiento corre el riesgo de volverse redundante, inofensivo, domesticado.
Thayer apunta a la paradoja de que hoy más que nunca se produce teoría, se enseñan seminarios, se editan papers, pero ese exceso de pensamiento no garantiza su potencia crítica. Más bien al contrario: muchas veces ese exceso se traduce en repetición vacía, en simulacro de disidencia, en tecnificación del discurso. La crítica, entonces, debe reinventarse no tanto como saber, sino como práctica política, como operación poética que corte, que interrumpa, que construya fisuras en la superficie homogénea del saber administrado. Esta idea resuena con fuerza en las actuales discusiones sobre la función del pensamiento en el capitalismo cognitivo, donde incluso el disenso puede ser mercantilizado y convertido en valor de cambio.
La escritura de Thayer exige, y no pide disculpas por ello. No hay concesiones didácticas ni voluntad de simplificación. El lector se enfrenta a un texto que, a la manera de Benjamin, exige una lectura detenida, fragmentaria, casi arqueológica. La forma es aquí parte del contenido: no se puede hablar de crítica desde una prosa aséptica y funcional. Hay, en el estilo de Thayer, una apuesta por mantener el gesto crítico incluso en la forma de decir, en la retórica, en la estructura misma del discurso. Esto puede parecer hermético para quienes busquen en la filosofía una respuesta clara o una guía práctica, pero es coherente con el proyecto que el libro propone: una crítica que resista, incluso en su forma, los dispositivos de captura que hoy dominan el pensamiento.
Un punto especialmente provocador es la noción de archivo que atraviesa toda la obra. Thayer insiste en que el pensamiento contemporáneo se encuentra atrapado en un archivo del que no puede salir, porque sus condiciones de existencia son las de una repetición estructural. La crítica, en vez de liberarse, se repite en bucles cada vez más estériles. Pero si eso es así, la pregunta es: ¿cómo salir del archivo, o mejor aún, cómo sabotearlo desde dentro? Es aquí donde la operación benjaminiana y la fuga deleuziana se vuelven necesarias. Benjamin propone la ruina como crítica del archivo: mostrar lo que falta, lo que quedó fuera, lo que no encaja. Deleuze, en cambio, propone un pensamiento nómada, sin archivo, sin origen, sin finalidad. Thayer no elige entre ambas, sino que las mantiene en tensión productiva, como figuras de una crítica que no se agota en la denuncia, sino que inventa, que produce, que desborda.
En este sentido, “Tecnologías de la Crítica” es un libro exigente, pero imprescindible, para quienes se interrogan sobre el sentido del pensamiento en tiempos de hiperproductividad, sobre el destino de la filosofía cuando ya no se trata de buscar verdades eternas, sino de intervenir políticamente en los pliegues de lo real. Thayer no ofrece recetas, ni programas, ni manifiestos. Su apuesta es más radical: recuperar el gesto crítico como experiencia del pensamiento, como práctica poética y política que no se deja capturar por las lógicas del rendimiento ni por los aparatos que regulan lo decible.
En definitiva, “Tecnologías de la Crítica (Entre Walter Benjamin y Gilles Deleuze)” es un libro que no se deja domesticar. Invita, o más bien desafía, a pensar de otro modo, a detenerse, a fugar, a romper con la repetición. Una obra que no solo piensa la crítica, sino que la encarna, la ensaya, la arriesga. Y eso, en tiempos de normalización académica, ya es una forma radical de resistencia.

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Por ganz 1912

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