ARTURO GAETE – La Lógica de Hegel (Iniciación a su Lectura)

En “La Lógica de Hegel (Iniciación a Su Lectura)”, Arturo Gaete asume una tarea ambiciosa y necesaria: introducir al lector de habla hispana en uno de los sistemas filosóficos más complejos, densos y determinantes de la tradición occidental. No se trata aquí de una guía para el lector apresurado ni de una vulgarización del pensamiento hegeliano. Muy por el contrario, el texto propone un acompañamiento hermenéutico cuidadoso y paciente, que busca articular la estructura interna de la obra “La Ciencia de la Lógica” sin desvirtuar su dificultad ni perder su tono sistemático. Gaete no pretende traducir a Hegel a un lenguaje externo, sino abrir un camino de acceso desde dentro del propio movimiento conceptual que recorre la lógica especulativa.
Desde las primeras páginas, el autor deja en claro que su preocupación es filosófica antes que filológica o histórica. El objetivo no es reconstruir el contexto en el que Hegel escribe, ni tampoco explicar cada pasaje de manera lineal, sino ofrecer una comprensión de conjunto que permita captar el dinamismo propio del pensar hegeliano. En este sentido, Gaete acierta al poner el acento en el carácter inmanente del desarrollo lógico, es decir, en la forma en que los conceptos surgen, se transforman y se superan a partir de sus propias contradicciones internas. No hay aquí una lógica formal ni un conjunto de reglas abstractas, sino un pensar que se piensa a sí mismo, un proceso vivo que se despliega desde la noción más simple —el ser— hasta alcanzar la idea absoluta.
Uno de los méritos principales del libro es su capacidad para clarificar el estatuto de la lógica dentro del sistema hegeliano. A diferencia de la lógica tradicional, que opera sobre formas vacías o proposiciones aisladas, la lógica de Hegel constituye el punto de partida del sistema y al mismo tiempo su culminación en la forma de la idea absoluta. Gaete insiste en que esta lógica no es un simple preludio de la metafísica ni una etapa previa al estudio de la naturaleza o del espíritu, sino que tiene un valor ontológico y epistemológico radical. Pensar la lógica es, en Hegel, pensar el ser mismo en su despliegue necesario. Por eso, toda lectura que la reduzca a una técnica o a una herramienta argumentativa externa está destinada a malinterpretarla.
El libro está dividido en capítulos que siguen las grandes secciones de “La Ciencia de la Lógica”: el ser, la esencia y el concepto. Cada una de estas partes es abordada con detenimiento, no tanto en su dimensión enciclopédica como en su lógica interna. En la sección del ser, por ejemplo, Gaete destaca la importancia del pasaje de lo inmediato a lo mediado, del ser al devenir, y del devenir a la determinación del ser como algo. Aquí ya se advierte el núcleo dialéctico de la propuesta hegeliana: ningún concepto permanece estático, todo término es portador de su propia negación, y esa negatividad es el motor del desarrollo conceptual.
La parte dedicada a la esencia es, quizás, la más ardua del libro, y Gaete no intenta disimular su complejidad. Sin embargo, logra transmitir con claridad la idea central de que la esencia representa una especie de repliegue del ser sobre sí mismo, una etapa en la que el aparecer, la reflexión y la contradicción dominan el movimiento lógico. Es en esta sección donde Hegel despliega con mayor intensidad su crítica a las oposiciones rígidas de la metafísica clásica: sujeto y objeto, forma y contenido, finitud e infinitud son aquí relaciones que deben ser pensadas como momentos de una unidad más profunda y dinámica. Gaete, con notable claridad, muestra cómo la lógica de la esencia prepara el terreno para la afirmación del concepto como la síntesis de ser y esencia.
En la tercera parte del libro, dedicada al concepto, se alcanza el punto culminante de la lectura. Aquí, Gaete pone en juego todo lo desarrollado en las secciones anteriores para mostrar cómo el pensamiento alcanza su forma más libre y determinada. El concepto, para Hegel, no es una mera generalización ni una abstracción vacía, sino la unidad de universalidad, particularidad e individualidad. Esta tríada, que en otras filosofías podría parecer meramente formal, es en Hegel la estructura misma de lo real en tanto pensable. Gaete insiste en que el concepto no es algo que el sujeto impone a los objetos, sino la forma en que el propio ser se determina como pensamiento. La lógica culmina así en la idea, entendida no como una noción mental, sino como la unidad de lo lógico y lo real, del saber y del ser.
En este punto, el lector que ha seguido el recorrido propuesto por Gaete comienza a entender por qué Hegel puede decir que la lógica es la “metafísica verdadera”. El sistema lógico no es una construcción subjetiva, sino el despliegue de la razón en su totalidad. Esta afirmación, que puede sonar desmesurada o incluso dogmática desde una perspectiva contemporánea, es defendida por Gaete con argumentos filosóficos sólidos, mostrando que la pretensión hegeliana no descansa en una autoridad externa ni en una fe irracional, sino en la capacidad del pensamiento para reconocer sus propias mediaciones y desarrollos.
La prosa de Gaete es sobria, precisa y sin concesiones a la retórica vacía. Aunque no renuncia a cierta densidad conceptual, evita los excesos jergales y mantiene un tono didáctico sin ser condescendiente. Se nota que el autor no busca impresionar con citas o tecnicismos, sino acompañar al lector en un proceso de comprensión. En este sentido, el libro cumple con creces su promesa de ser una “iniciación”, entendida no como una entrada superficial, sino como un primer paso exigente en el camino del pensamiento especulativo.
Por último, cabe destacar que “La Lógica de Hegel (Iniciación a Su Lectura)” no solo es un aporte valioso para los estudiantes de filosofía, sino también para cualquier lector interesado en comprender los fundamentos de la dialéctica y el proyecto idealista alemán. En tiempos dominados por el análisis fragmentario, la sospecha metodológica y la desconfianza ante los sistemas, Gaete nos recuerda que la filosofía también puede ser una empresa de totalidad, una apuesta por el pensar como experiencia radical. En ese sentido, su lectura de Hegel no es una arqueología del pasado, sino una invitación a pensar de nuevo, desde el origen.

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Por ganz 1912

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